Adicción: entre la vergüenza y la culpa.

Todo ser humano tiene una imagen acerca de cómo quisiera comportarse.

 

La conducta de una persona que tiene una adicción y se mantiene en consumo, no es la que ella desea. Intimamente siente que es inadecuada y que no es algo que se espere de él o de ella generando un desagrado con ese comportamiento.

 

Esta distancia entre la conducta que se quiere tener y la que realmente se protagoniza es el conflicto caracterológico, punto de partida del síndrome emocional asociado al consumo y a la adicción.

 

Así como la vida física se desarrolla en el espacio, la vida emocional se desarrolla en la temporalidad.

 

En ese terreno, la persona en adicción, a consecuencia de su conflicto, comienza a experimentar dolor emocional, bajo la forma de vergüenza, culpa o angustia.

 

El sentimiento negativo referido al presente es la vergüenza; es decir, sentirse inadecuado o inapropiado frente a una situación o una persona.

 

La vergüenza, el remordimiento y la culpa.

 

Al niño le da vergüenza saludar a un grupo de gente mayor, o un adulto que llega vestido en forma informal a una fiesta se avergüenza al percatarse de que todos los demás usan traje de etiqueta.

 

Quien consume sustancias adictivas tiene muchos motivos para experimentar ese dolor emocional desagradable y extraordinariamente intenso que nace cuando uno se considera insuficiente o incapaz de enfrentar una situación actual y opta más bien por retraerse. Eso le ocurre en el presente.

 

La culpa es aquel sentimiento negativo expresado hacia el pasado y que tiene que ver con los remordimientos que sentimos por lo que hicimos inadecuadamente o lo que dejamos de hacer.

 

Naturalmente, el sujeto que se enferma de una adicción, va sintiendo mucha culpa porque acumula circunstancias en las que no actuó bien.

 

 

¿Pero esa persona no hace nada con su sentimiento de culpa?

 

Generalmente ocurre que en el momento no enfrenta su culpa; esto ocurre sólo después, cuando se somete a tratamiento y recupera su capacidad de sentir y expresar, lo manifiesta en la terapia como recuerdos dolorosos del pasado.

 

Es importante recordar como lo vimos en un artículo de Schilkrut Adicción y Familia, que la persona en adicción va desarrollando una verdadera anestesia de sus emociones y sentimientos. A medida que la enfermedad avanza, se vuelve incapaz de sentir, ello también se relaciona con no poder enfrentar la culpa que siente.

 

Un paciente adicto a la cocaína, miembro de una familia muy unida, casado, tenía dos hijos a los que quería mucho; sin embargo, recuerda:

 

-Una tarde, mientras estaba en mi camioneta consumiendo droga en una población, mi mujer me avisa por teléfono que va con el más pequeño a la clínica porque le había pasado algo grave. En ese momento estaba completamente intoxicado, en pleno consumo de cocaína, en una facha impresentable; no me quedó más que seguir todo ese suceso a través de mi celular. Ahora me despierto en la noche, sintiendo la culpa de haber estado ausente-.

 

 

Así como este hombre se arrepiente por lo que dejó de hacer, otro se arrepiente por lo que hizo durante un episodio importante:

 

-Estaba con toda la ilusión del parto de mi primer hijo. Cuando mi señora iba a la clínica tomé unos tragos y jalé cocaína para sentir valor. Los médicos me vistieron con ropa de pabellón para que entrara a acompañar a mi esposa en el parto. Me sentía eufórico y dicharachero. De pronto, el cirujano no aguantó más y gritó: “Si no sacan a este caballero, no sigo adelante con el parto”. Hasta hoy me retuerzo al recordar mi conducta en pleno nacimiento de mi hijo-.

 

 

El sentimiento negativo proyectado hacia el futuro se llama angustia o miedo. El dependiente de la droga está lleno de temor porque nunca sabe cómo va a estar mañana.

 

Desconoce cuál será su situación económica en el futuro, qué irá a pasar con su salud, qué suerte correrá su familia. Adquiere compromisos, pero en el fondo duda si los va a poder cumplir, y eso le causa un intenso sufrimiento.

 

De hecho, la vivencia más frecuente de quien acepta entrar en tratamiento por droga o alcohol es que se encuentra en un camino sin salida, ya no ve más opciones.

 

Tal y como lo relata un ex paciente en su Testimonio, es importante saber pedir ayuda y que ésta sea tiempo. No llegar hasta un extremo donde salir solo puede ser casi imposible.

Ver video de Testimonio

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